Inauguración: sábado 25.11.23
18:30h
Salas C y D
Gracias a Katy Huenuan Llancaleo, Analía Lanteri, María Marta Reca, Irma Bernal, Víctor Melemenis y Gustavo Astarita.
Máscaras en sala C:
Genaro y José López, Aguará guasú, pantera negra y mulita (2023)
Ricardo Saravia, Zorro, loro, guacamayo, lechuza, buho y jaguar grande (2023)
Alberto Ovando, Jaguar y jabalí (2023)
Máscaras en sala D:
Colección Palavecino Museo de La Plata (UNLP)
Ricardo Cokito Rojas, Aña hanti (2023)
Sobre la posibilidad de imaginarnos y crear nuevos futuros
Emerge entre relatos orales y etnografías la historia de inmensos yaguaretés azules que corren entre vientos sobre cerros reverdecidos y flores amarillas. En esta historia, uno de los yaguaretés se come a la luna y así sucede un eclipse que hace parecer al cielo nocturno como la piel de un felino cuyas manchas son estrellas. Mientras tanto, siempre, un joven del pueblo Chané pinta pacientemente pelos sobre un trozo de madera y hace brillar ojos que unen tiempos.
Mariana Chiesa Mateos sabe que hay cinco palmeras azules que sostienen al mundo. Cinco, como los dedos de la mano. Sí, sabe que todo lo que vemos no es sino un reflejo de las cosas celestes y verdaderas. Me encontré con ella en la ciudad de Salta, ya en tiempo de calor, en su camino a conocer Aguaray, la Aguada del zorro, municipio a un poco más de trescientos kilómetros de Salta capital, donde se emplaza la Comunidad Chané Tutiatí, cuna de creación de máscaras policromadas en madera de palo borracho, árbol llamado allí samóu, porque el idioma chané y el guaraní viven y se oyen desde cuerpos llenos de risa, a pesar de todo, en esta zona tropical del Gran Chaco.
El viaje de Mariana desde la capital salteña hasta ese territorio, a unos pasos de la frontera con Bolivia, duró más de medio día debido a los cortes en la Ruta 34 que hacían personas de comunidades del pueblo Wichí, en su permanente reclamo por su derecho, insatisfecho, de acceso al agua potable. Ella realizaba esta travesía en la búsqueda de conocer a las personas que actualmente realizan piezas artesanales para la venta, desprendidas de la tradición ancestral de la realización de máscaras para el Arete Guasú. A partir de la propuesta de hacerlas convivir en una exposición con piezas de la colección del Museo de La Plata, recolectadas hace casi un siglo en este mismo territorio, para ser expuestas fuera del Museo y con algunas de sus propias obras gráficas y textiles.
En Aguaray tuvo como anfitriona a Catalina (Katy) Huenuán, importante referente y promotora cultural del pueblo Chané, quien le contó sobre la importancia para su pueblo del Oka, el primer espacio comunitario donde se transmite el conocimiento, que se encuentra en el centro del pensamiento Chané, y puede situarse en el patio de cada casa de las comunidades de este pueblo. Que es abrazado por el Koo, cerco donde se siembran flores y alimentos. El Koo a su vez está rodeado por el Kaa, otro espacio de dimensión social y de aprendizaje que corresponde al monte. Finalmente está el Woka, el lugar de los antepasados. Desde la voz de Katy, Mariana supo también que el Arete (la fiesta del tiempo verdadero) es cuando el Woka vuelve al Oka. Cuando los seres espirituales, los antepasados, vienen a compartir bailando toda la noche. El Arete es también para agradecer lo que se produce en el Koo, y para agradecer a Ñanderu Tumpa, la forma de nombrar a Dios que tiene este pueblo.
La aproximación de Mariana a la cultura Chané había sido, antes de este viaje, a través de textos y libros de antropología, de autores como Pierre y Helene Clastres, Rubén Pérez Bugallo, Ticio Escobar. Estos autores habían conocido y participado del Arete Guasú, la fiesta del tiempo verdadero, para la cual se realizan desde tiempos inmemoriales las máscaras llamadas Aña, que se corresponden con las almas, y son a su vez intermediarias entre los vivos y los muertos. Las Aña de las personas ya sin cuerpos llegan al Iwoca (algo similar a la tierra sin mal del pueblo Guaraní) montadas en los vientos. El Arete Guasú implica también volver al Iwoca, donde se revive el tiempo mítico y eterno perennemente de fiesta.
Cuando niña Mariana pudo asomarse a la oscura vitrina del Museo de Ciencias Naturales de La Plata y allí conoció los contornos tallados con el filo de un cuchillo y coloreados con piedras del río y arcillas, que dan forma a máscaras zoomorfas. Tigres, quirquinchos, zorros, chanchos, chivos, osos hormigueros, conejos, tucanes. Ella se pregunta ahora, ya siendo una mujer adulta, sobre quienes las continúan haciendo, cómo es que se siguen realizando y utilizando, cuáles son los nombres de esas personas, cómo es la vida que hay detrás de estos objetos. Y viajó a encontrar respuestas, para encontrarse con más preguntas que la eclipsan y la hacen también danzar. En la Comunidad Chané Tutiatí Mariana conoció a maestros mascareros y mujeres que son pintoras y alfareras. Cargó en su valija piezas de Genaro y José López, Ricardo Saravia, Alberto Ovando y Ricardo Cokito Rojas, para que sean parte de la exposición Acerca de la imposibilidad de coleccionar espíritus. Dando forma a seres del monte, algunos solo vistos en sueños, estas personas se niegan a ser desplazadas del presente.
Seguramente el fuego puede comprenderse como luz de conocimiento y también como poder. Se cuenta que primero fue una brasa escondida en la boca de un animal (u otro) para ser dada a los seres humanos. Esta historia aparece en la obra de Mariana, pero en este tiempo se hace eco de la destrucción generada por repetidos incendios intencionales sucedidos en diferentes territorios, vinculados al dar lugar a cultivos extensivos del agronegocio, en la continuidad del desmonte y avasallamiento de la naturaleza. La ferocidad de la colonialidad incesante oscurece la celebración de la vida.
En este diálogo con máscaras de madera, barro, piedras molidas y plumas del pueblo Chané realizadas en diferentes tiempos y desde distintas razones y sentidos, Mariana presenta una serie de piezas textiles que realizó en los últimos años, la mayoría de las cuales fueron realizadas con aplicaciones, o trozos de tela. La estampa en su obra es un resto, un vestigio. Ella se deja llevar por el tacto. Dibuja con tijeras, recortando, creando siluetas para luego continuar los dibujos cosiendo a mano libre. Dispone formas en el espacio, las pincha con alfileres. Compone. Se abstrae del tiempo veloz para coser lentamente, remendando la propia imaginación, dando formas nuevas a la vida, a su vida. Después dobla cuidadosamente las telas, repite la operación de calcular el peso que es capaz de cargar. Toma conciencia de su fuerza.
Las obras de Mariana se despliegan, se acercan a las figuras con huecos para ojos hoy ausentes, con pelajes y plumajes pintados con pinceles hechos con pelitos de acuti. Se abren como un artefacto para manifestar. Son obras blandas que pueden salir a la calle, protestar. Pueden ser parte de una acción, de un gesto artístico, de una lectura, de la evocación de un mito, ser parte de la representación de una escena que insiste en no ser olvidada. Una tela amarilla se vuelve un chaleco para una fiesta improbable, otra tela naranja fosforescente es parte de un cielo donde se apoyan palmeras azules que sostienen a un mundo soñado y posible. Un vestido de bailarina flamenca crece en altura, se abre para que entre el cuerpo de una niña y aparece una serpiente, que podría ser la gran Mboi Guasú, capaz de llevarnos rapidísimo a donde deseamos, si supiéramos a dónde.
¿Cómo podemos negar el derecho de los pueblos a la defensa de sus símbolos, esas extrañas formas que sobreviven obstinadamente al asedio de los Estado-nación, resistiendo sus embates o negociando espacios con ella? Ticio Escobar señala que una cultura profundamente herida sigue imaginando un derrotero compartido y restaura diariamente las lesiones de su historia profanada. Sabemos que varias épocas se enfrentan, se ignoran o se entredevoran sobre una misma tierra o separadas apenas por unos kilómetros. Como afirma Octavio Paz: “Las épocas viejas nunca desaparecen completamente, y todas las heridas, aún las más antiguas, manan sangre todavía”. El norte de Salta es un territorio de múltiples fronteras y convivencias de diferentes pueblos, en la aparentemente tranquila cotidianidad de las comunidades, se manifiestan formas que enuncian tensiones, esperanzas y memorias; estas suelen ser llamadas “artesanías”, construidas con materia que es parte de esta tierra. Presentifican relaciones con la vida que se resisten a ser subyugadas.
Entre los pueblos Guaraní y Chané aflora el mito de “la tierra sin mal”, que los llevó a moverse de un territorio a otro, siguiendo diferentes vientos en la búsqueda de posibilidades de futuro, de vida. En la defensa del buen vivir colectivo, el teko porá, usando el vocablo guaraní que significa exactamente lo mismo, buen vivir colectivo y en belleza, lejos o en contraposición a la tierra del mal que amenaza la vida. Mariana afirma: “Está en nuestras manos imaginar qué vida y qué mundo queremos habitar”.
Andrei Fernández (en diálogo con Mariana Chiesa Mateos)
Salta, noviembre 2023
Conjuro de almas
En el noroeste argentino, en las selvas de Salta y de Jujuy, dicen que una flor de un amarillo intenso y de liviano dulzor anuncia el momento del encuentro: la temporada del Taperigua, la venida de las almas para el carnaval. Curiosa combinación entre una flor que en su nombre conjuga todos los tiempos y el Areté que señala el verdadero tiempo.
Será otro tiempo marcado por un saber hacer ancestral que dicta adentrarse en el monte, pedir permiso y proceder a ahuecar, tallar y pintar la madera del samou, el soporte sobre el que la forma adquirirá el sentido de una máscara, pronta a recibir a su espíritu.
Hay varios tipos de ánimas, entre ellas están las que vuelven porque necesitan algo para dejarse ir y las que siempre regresan porque no se consuelan nunca. Pero hay otra clase de almas, las que vienen cuando son convocadas, las que asisten desde el otro lado, allá donde las cosas parecen estar mejor.
El ritual está listo, tenemos la chicha y las flores. El ambiente de profundidad nos invita ingresar al medio de la ronda, donde miramos y somos mirados, identificamos rostros jóvenes y ancianos, gestos latentes y distintas expresiones, olores y colores. Pedimos permiso y protección.
Una mujer-jaguar lleva cosidas las flores amarillas del Taperigua, ahora una flor perenne que a pesar de todo anunciará la llegada del carnaval y con ella, el regreso de las almas.
Esta exhibición es el derrotero de un tiempo fracturado, es una síntesis de la experiencia colectiva donde la potencia estética y simbólica del arte chané habilita su presente y actualiza su vitalidad en las telas, los disfraces, las texturas y los bordados de Mariana Chiesa.
Un conjunto de piezas sugerentes de una belleza buscada, producciones artísticas para una función sagrada.
Natalia Giglietti y Elena Sedán
Acerca de la imposibilidad de coleccionar espíritus/ la otra historia del fuego
(Fragmentos y recortes)
Durante los últimos años en Sasso Marconi (Italia), donde vivo, me dediqué a coser (además de dibujar, ilustrar, grabar y estampar). En estas piezas textiles a veces hay estampa, pero la mayoría suelen ser enteramente realizadas con aplicaciones, o trozos de tela, donde la estampa es también un resto. A las telas regaladas agrego otras compradas al peso. Suelo ir a un lugar al que obviamente vamos casi exclusivamente mujeres. Allí revolvemos con la vista puesta en los cajones de ofertas, mezclando con las manos las telas que siempre cambian al ritmo de las estaciones, revolvemos como buscando tesoros.
En el último período escasean los algodones, y las sedas, y sobra el material sintético.
Me dejo llevar por el tacto.
A veces me da pena cortar…cortar es, tal vez, lo más difícil.
¿Cómo hago para cortar un paño que me abrigaría en invierno, o una seda para el vestido del verano, o una que sirve para hacerse el bolso?
Dibujar con las tijeras y luego dibujar cosiendo a mano libre. Pero coser no es siempre grato.
No tiene que ver con el goce como pintar.
La parte más interesante suele ser disponer las formas en el espacio, pincharlas con alfileres, porque tiene algo de la pintura la acción de combinar los colores y las texturas. Coser tiene que ver con el sacrificio.
Cuando era chica la costura era una actividad vedada.
Como si lo artístico no tuviese que ver con la costura, relegada a cuestiones ligadas al vestido y a la casa.
Hay mucho de remiendo, de doméstico, con la máquina al lado de la cocina y el trabajo interrumpido por cuestiones cotidianas que tampoco tienen que ver con el arte pero que son esas tareas que sostienen la vida.
Desde hace semanas doblo cuidadosamente las telas, para que entren perfectas en la valija.
Me parece una operación repetida eso de calcular el peso que sea capaz de cargar.
En los últimos años las cosas me pesan y la economía con la que venía trabajando se ajusta aún más. Es necesario salir poco de la casa, y hacer con lo que hay. Y buscar lo que sobra y hacer con el resto.
Luego del viaje a Aguaray es otro tiempo, y otro espacio se ha abierto.
Ahora la voz de Katy sigue resonando, como cuando apareció el Chonchito, un pajarito sagrado a quien hay que pedir permiso y protección, un pajarito muy especial que dependiendo como cante puede anunciar la lluvia, el invierno, una presencia de la cual prevenirse.
Mientras tallaba en el pedacito de madera el caminito de la hormiga, Katy decía cuanto era importante la casita de la hormiga, y que tienen un lugar donde guardan su alimento y también un pozo donde guardan sus difuntos y una cueva donde ponen sus huevos, y donde nacerán sus crías. Por eso me dice que es muy importante la casita de las hormigas.
Estamos hermanados con todo lo creado.
Mariana Chiesa Mateos, noviembre 2023
Máscaras etnográficas
La máscara constituye una de las producciones escultóricas más difundidas entre los pueblos, en tiempo y espacio. Personajes, seres sobrenaturales o fantasmagóricos, espíritus, guerreros invencibles, rostros mortuorios, son algunas de las tantas e infinitas posibilidades de representación que las máscaras adquieren en diversos contextos de uso.
Generalmente, la máscara etnográfica es un elemento cuya manifestación artística se integra a la vida mágico-religiosa, económica, política y social fortaleciendo así una identidad y un sentimiento de pertenencia que atraviesa generaciones
En muchas culturas, el enmascaramiento constituye un “puente” entre la vida y la muerte, lo natural y lo sobrenatural, el mundo conocido y el mundo desconocido y poseen un fuerte poder para invocar y provocar la asistencia de los antepasados. Al cubrirse parcial o totalmente el rostro, el enmascarado adquiere los atributos de los seres que representa y desempeña roles cuya performance se complementa con movimientos del cuerpo, cantos y danzas.
La máscaras chané
Los tambores pasaron en silencio total y se oyó el golpe seco de las máscaras de madera que rompían sus dueños golpeándolas contra los troncos de los árboles. El carnaval había terminado, en ese instante nos lanzamos a la compra de máscaras y pudimos así rescatar muchas de la destrucción ritual.
Estas son palabras textuales de Enrique Palavecino, quien incorporó a la División Etnografía una de las colecciones más completas de máscaras rituales. Colectadas entre los grupos chané del chaco salteño, particularmente de la localidad de Tuyunti entre los años 1947 y 1949, esta colección cuenta con más de cien máscaras.
Confeccionadas en madera Smóu, nombre genérico del yuchán o palo borracho, presentan una gran diversidad estilística y reciben distintos nombres según sus características morfológicas y significado. La variedad de cada tipo hace que cada una de ellas constituya una pieza única. La decoración incluye incrustaciones de plumas, pelo, aplicación de pinturas naturales que delinean los ojos y otras zonas del rostro, figuras geométricas que representan flores, lunas, lunares en general en los pómulos, mentón y frente. Algunas de ellas, denominadas aña hanti, o máscaras de jóvenes, presentan una prolongación vertical, el hanti, en el que se calan y/o pintan figuras humanas, geométricas, astros, animales, flores y otros elementos de la naturaleza. Otras, aña ndechi, representan el espíritu de los ancianos.
Esta máscara ritual es utilizada en ocasión del Arete Guasú, época del carnaval que comienza cuando aparecen las flores amarillas del taperigua, entre enero y febrero y se extiende por más de un mes, cuando comienzan a marchitarse. Esta es la única circunstancia en que los chané recurren al enmascaramiento, el cual permite diluir la barrera que separa la división entre el mundo de los vivos y el de los muertos. El enmascarado trasciende lo terrenal para adoptar los poderes y cualidades de estos últimos, el elemento donde se concentra el poder
Al finalizar este encuentro festivo de danza, bebida y juegos en el que participa toda la comunidad, las máscaras deberán ser destruidas ya que están cargadas de un simbolismo del cual es necesario despojarse, de allí la práctica de romperlas contra los árboles. Se trata de un acto de purificación por el cual se liberará a la comunidad de contraer pestes y otros males.
Desde hace varios años los mascareros chané desarrollan la artesanía de la máscara durante todo el año para su venta o intercambio, constituyendo un medio de subsistencia. Esta nueva función no ha alterado el sentido ancestral de la máscara del carnaval.
María Marta Reca
División Etnografía-Museo de La Plata
Facultad de Ciencias Naturales y Museo-UNLP
Mariana Chiesa Mateos (La Plata, 1967). Se dedica al dibujo, la estampa, la pintura, el textil e incursiona en acciones performativas. Es egresada con honores en Grabado y Arte Impreso de la Facultad de Artes de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP). Becada por el Fondo Nacional de las Artes. Aprendió historieta con Alberto Breccia. En 2002 recibió el Premio Konex en Ilustración. En 2022 participó en el catálogo de Giro Gráfico (Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía y RedcSur) y, en 2021, en Cartas-Museo en Red-Tejiendo ecosistemas, publicación del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía (MNCARS). Entre sus libros y proyectos ilustrados se destacan: Floreros (Else Edizioni, Roma, 2023), Furia de filo (Else Edizioni, Roma, 2021), La hermana menor, con Suniyay Moreno (Pequeño editor, Buenos Aires, 2018), Migrando (Orecchio Acerbo y Amnesty International, Roma, 2010), No hay tiempo para jugar. Relatos de niños trabajadores (Media Vaca, Valencia, 2004). Y en vías de publicación Intermitente con la editorial Tercera Persona Colección de la Plata. En 2021 expuso Papeles para pensar violencias en el Centro de Artes Visuales Museo del Barro, de Asunción del Paraguay, en el Centro Cultural Borges, en el ciclo dedicado al dibujo contemporáneo La línea piensa y, en 2017, Infancias y otras fronteras en el Museo de Arte y Memoria de La Plata. La obra textil se mostró en la Casa Argentina en Roma, galería Portanova12 de Bolonia, y en festivales y espacios públicos. Participa de acciones en sostén del Movimiento Mujeres y Diversidades Indígenas por el Buen Vivir. Desde 2008 vive cerca de Bolonia, en Italia, alternando períodos en Argentina.