Miércoles 15, jueves 16 y viernes 17 de mayo
De 14:00 a 19:00h
Auditorio

 

Somos la estética de la violencia expresiva, reza el primer manifiesto del Grupo Escombros, la estética de lo roto (1989). Mientras Luciano lo lee en un break de su trabajo mal pago en una cocina en Italia, se le empieza a figurar una idea en la mente: a veces quiere matar a su jefe. Vuelve a la cocina y, mientras corta verduras con una cuchilla, siente la potencia del utensilio que muy rápido puede convertirse en arma.

Si Escombros se trata de un grupo de artistas de lo que queda, Luciano mastica el texto con el resentimiento de quien se va —¿o tiene que irse?— y es mal recibido por lo que es: migrante, marrón, trans. Un chico del conurbano en Roma. Mastica y mastica y lo devuelve en la forma de una carta, una voz en off relata una serie de experiencias y deseos luminosos y oscuros, los ficciona en un video para contárselos a un amigo buscando una forma de sobrellevar la hostilidad. Estamos en la calle porque nuestros amigos lo hacen posible. El arte lo hace posible, como dice el manifiesto: toda obra de arte es un relato de guerra: la que libra, sin cuartel, la libertad frente a la represión.

En un momento de crisis, la obra de Luciano se zambulle en el archivo de lo que queda para darle al pasado la forma de lo que es: un fantasma que puede volver a aparecer. Hay un solo proyecto cultural posible: la supervivencia. No hay que tener miedo.

Mnemo

 

Luciano Benjamín Encina (Buenos Aires). Artista Trans-Disidente. Licenciado en la carrera de Artes Plásticas por la Facultad de Artes de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP). Sus trabajos son un cruce entre la pintura y la gráfica. Realiza tatuajes, ilustraciones, pinturas y diseño. Lo queer, la calle, las posibilidades de ser, lo cotidiano, migración, historias pertinentes al colectivo LGBTIQA+ son los temas que se hacen presentes en sus obras. Algunas de sus exposiciones son: La Espera, Proyecto Coronarse y ¿Cuál es tu nombre? Forma parte del equipo Ediciones Querubín-TransAtlántico que busca conectar a la Argentina y a Italia por medio de la palabra/imagen.

Inauguración: 16.03.24
De 17:00 a 20:00h
Sala A

 

El antropólogo, fotógrafo, músico y artista visual Bruno Pianzola propone una nueva intervención transmedia, un spin-off de la reconocida Pixmentos, todos productos de la alquimia que fusiona colores y texturas de la naturaleza en una resignificación de la fotografía científica de especímenes animales y muestras geológicas. Pianzola revierte la pasividad de los objetos de museo y los transforma en paisaje visual y sonoro, mediante una ingeniería de destellos, cadencias, ritmos y movimientos. ¿De qué otra manera el plumaje del guacamayo podría proveer de circulación de energías a los huesos de un orangután acompañando los compases de un bandoneón? La instalación atrapa a lxs visitantes en un registro de diferentes vidas y de múltiples generaciones a partir de dispositivos mediáticos, estableciendo una realidad diferente aunque emplazada en el centro platense.

El resultado es una caja negra en la que se introducen los métiers de las Ciencias Naturales, son amasados por las virtudes de Pianzola, y se produce el brote de una experiencia conjunta, en la que artista, instalación y visitantes se confunden en una misma vivencia.

Darío Hermo

 

Bruno Pianzola (Ciudad de México, 1978). Se crió en Mar del Plata, desde 1997 vive en esta ciudad. Es licenciado en Antropología Social, fotógrafo profesional y músico. Desde el año 2005 está a cargo del laboratorio de Fotografía del Museo de Ciencias Naturales de La Plata. Es bandoneonista de El Engrupe, conjunto musical con quien editó tres álbumes y con el cual se presentó en distintos escenarios de la ciudad, de la provincia, la capital y del exterior. En el año 2009, obtuvo una beca del Fondo Nacional de Las Artes para desarrollar Proyecto Fueyes, trabajo en el cual integró la antropología, la fotografía y la música; recuperando historias, formas de ejecución musical e imágenes de viejos bandoneonistas de la provincia de Buenos Aires. Con ese material realizó una exposición fotográfica y sonora en el Centro Cultural Malvinas de esta ciudad (2011) y en La Casa del Bicentenario en CABA (2012). Desde el año 2012, viene desarrollando distintas muestras en las que integra ciencia y arte en relación a su trabajo en el Museo de Ciencias Naturales. Espejitos de Colores, un trabajo artístico con la fotografía científica como materia prima, fue el embrión de Pixmentos y de donde nació Retratos de Colección. Se expuso en Sala Víctor de Pol, Museo de La Plata, 2012. En el Centro Cultural Islas Malvinas 2013 y, nuevamente, en Sala Víctor de Pol en 2014. Pixmentos, en el marco de “Museos a la Luz de La Luna”, es una intervención visual y sonora en distintas salas del museo, que produce cada año desde 2016, junto a Horacio y Juan Quiroga (música), Jorge Trujullo (video mapping) y Lisandro Peralta (video mapping). En 2023, editó su primer álbum solista Milonga Adentro. La banda de sonido de Retratos de Colección, es parte del mismo.

 

Inauguración: 06.04.24
De 17:00 a 20:00h
Sala C

 

El telón es una gran mancha arriba y abajo de una línea de horizonte sinuosa, casi una reacción atmosférica a la lectura de un libro sobre el desierto. Sin embargo, el puntapié para esta pintura fue un programa de TV en el que Daniel Santoro y María Moreno conversaban sobre el cuadro La vuelta del malón de Ángel Della Valle, pintado a fines del siglo XIX. En un momento del episodio, y mediante un truco de edición, el paisaje que está detrás del malón de indios tomaba el protagonismo de la pantalla; se mostraba vacío, sin figuras y bañado por un filtro rojo. Parecía estar bajo el efecto de una resolana o ser la pampa con ese aspecto extraño asumido a menudo por el humo de la quema de alguna parte al atardecer, como observó un acuarelista escocés. Fátima Pecci Carou detuvo la reproducción del programa en ese instante enrojecido, fijó el color y esa apariencia rara de la obra tan famosa, tan vista, para pintar ella misma un desierto en 17 metros. El mayor milagro en el desierto es el pasaje del día a la noche y viceversa. Quienes transitan estos lugares, si aún no lo saben, aprenden a ver en los cambios de la luz las hebras de la Historia.

La pintura de Della Valle dialoga con La cautiva, ese poema épico de Esteban Echeverría, también del siglo XIX. El texto no fue el primero de las letras del Río de la Plata en tratar el tema del rapto de la mujer blanca, pero sí el que volvió apelativo —una expresión por la que puede ser llamada— el adjetivo que antes sólo la calificaba. El nombre de pila de la heroína, María (quien se libera de su cautiverio para rescatar, puñal en mano, a su esposo prisionero en las tolderías), se disuelve entre las rimas y tiende a ser olvidado. El entorno, en cambio, se hace de un cuerpo y un nombre, se llama El Desierto, y se despliega como un personaje más. Su descripción gana en relevancia al relato de los esposos, su solo acontecer es el drama principal del poema.

A partir de revisitar esas dos obras, el cuadro y el poema, Pecci Carou se involucra por primera vez con temas de literatura para esta nueva exhibición en el Centro de Arte de la UNLP. El ingreso de la ficción le permite explorar desde el color y la cobertura de grandes superficies; habilita, aunque suene paradójico, la suspensión de los asuntos narrativos al interior de la pintura y el desplazamiento desde la figuración hacia zonas de mayor abstracción. La instalación que ocupa esta sala se desvía de las condiciones del realismo, mucho más presente en las series anteriores de la artista, aunque sin abandonar la impronta que tiene el tema en su producción como eje organizador del procedimiento de trabajo y de la presentación al público. Es en continuidad con su interés siempre manifiesto por los temas de la historia argentina, en particular, por la historia de las mujeres, y su sensibilidad hacia las realidades cotidianas de ellas (desde el trabajo invisible o precarizado, a la maternidad, y la denuncia de la trata y los femicidios), que la artista llega a la cautiva y al desierto, tópicos fundadores del imaginario nacional.

En cuanto al soporte, no es la primera vez que Fátima va más allá de los cuadros. En 2022 presentó una serie de banderas y estandartes que colgaban en mástiles y en 2019, pintó sobre un biombo de madera. En esta instalación, el objeto —la materia de la realidad— ingresa como resto de ese diálogo desplazado con el realismo. Las cabelleras largas de las mujeres, antes pintadas, ahora cuelgan del techo en trenzas falsas, apliques de pelo comprados en el cotillón. De color rubio natural, rojo o violeta, son las que usan las cosplayer para completar sus atuendos, y las mismas formas trenzadas que ordenan las cabezas de las chinas en los ranchos. Si en la obra de Pecci Carou suelen tener lugar elementos que sintetizan tradiciones discordantes, o sin relación aparente entre sí, reuniéndolas, en este caso, el aplique sugiere el disfraz, la fantasía de quien se viste como sus personajes favoritos. Superpuestas al desierto las trenzas invitan a hacer cosplay de María, de Lucía Miranda, de Marta Riquelme o de otras cautivas que lo habitan en los libros. Muchas veces en esas páginas el rapto se cuenta con el pelo que se suelta por la pérdida del lazo que ataba el peinado (y que unía a la mujer a la sociedad de los blancos); también, se reitera el corte al ras de los cabellos como una de las mayores violencias sobre las cautivas. La historia del arte se hace eco y representa en la pintura sus crenchas enmarañadas al viento, encima de los  hombros desnudos: son el símbolo velado de la violación de sus cuerpos.

Sobre el telón se proyecta un video en el que se ve —y se escucha— a Fátima leyendo pasajes de textos literarios y críticos, clásicos y contemporáneos, sobre historias de cautivas y malones. Ella lee sin parar, tomando distintas poses, y los libros se acumulan. La acción se extiende en el tiempo; si la pintura la ejecutaba con pincelada voraz, en la lectura, la artista se demora. El desierto es vasto en su voz, a la vez que repetido, transitado por viajeros que conversan sobre otros libros y pueblan la huella con sus palabras raras, blancas y políglotas. El paisaje se dice demasiado extenso para la mirada que gira en vano y la literatura sobre el tema, también es mucha, inagotable, como un correlato. Es imposible leer todos los libros del desierto, por eso la acción del video tiene algo de tenacidad y de absurdo. La lectora es la figura que trae a la obra lo escrito por otros y otras y, a la vez, es una toma de posición que pausa la producción de nuevos enunciados, que ante la pregunta sobre qué hacer con la tradición, responde: por ahora, leerla.

Después de bocetar decenas de rostros de cautivas en papeles que descarta, Fátima es cautivada, ella misma, por el paisaje. Pinta el desierto en la mayor escala que le cabe a su cotidiano, en un intento por describir el escenario donde ocurre lo que todavía es inenarrable. La pintura es, para ella, herramienta de la urgencia; urge darle una imagen a lo inconmensurable y a lo áspero que rodea. Pero el desierto no actúa en esta obra como metáfora de una realidad empobrecida, ni tampoco busca emparentarse con el aspecto de ese siglo XIX al que se retrotraen los discursos oficiales. La tela en su anchur es una bandera donde se agita el presente de Argentina, en su profunda crisis humana. ¿Qué otra cosa podría hacer la pintura en este momento más que ofrecer un lugar donde fijar la mirada? Para vencer el mareo del ojo en el vacío. Palpar la pared que está por detrás y ahí un contorno, el inicio de un acá estamos.

Belén Coluccio. Marzo de 2024

 

Fátima Pecci Carou (1984, Buenos Aires, Argentina). Licenciada en Artes Visuales por la Universidad del Museo Social Argentino (UMSA). Estudió Historia del Arte en la Universidad de Buenos Aires (UBA). Complementó su formación en el Centro de Investigaciones Artísticas (CIA, 2015) y en las clínicas de obra ABE-ELE, coordinadas por los curadores Javier Villa y Carla Barbero (2020) y Ana Gallardo (2013- 2015). En 2019 fue nominada a las becas Cisneros Fontanals Art Foundation (CIFO) – Grants & Commis. En 2020 fue invitada a la 12a. Bienal de Mercosur de Porto Alegre, con curaduría de Andrea Giunta. Ha obtenido el Premio Adquisición de Artes Visuales 8M (Centro Cultural Kirchner–Palais de Glace 2021); el Premio en Obra–Barrio Joven (ArteBA, Galería Piedras 2018) y el 1er. Premio Adquisición en Salón Nacional de Pintura de Santa Fe, 2019.

Belén Coluccio. Curadora e historiadora del arte por la Universidad Nacional de Buenos Aires (UBA). Desde 2021 integra la Dirección Nacional de Museos de la Secretaría de Cultura de la Nación. Entre 2020 y 2023 fundó y co-dirigió LAR-local de artes recientes, residencia artística y espacio de exhibición dedicado a las prácticas contemporáneas donde se desarrollaron más de 90 proyectos. Se desempeñó como asistente de curaduría del Museo de Arte Moderno de Buenos Aires en las exhibiciones Sergio De Loof: ¿Sentiste hablar de mí? y Una historia de la imaginación en la Argentina. Entre sus trabajos en curaduría en otras instituciones se destacan La cueva del sueño del artista Alfredo Frías (Constitución galería), Exhibición fundamental de arte argentino en los libros de la poesía y la ficción (con Juan Cruz Pedroni, LAR) y Intus Foris de Cinthia de Levie (Ausstellungsraum Klingental, Basel). Es autora del libro Museos Nacionales: desde sus orígenes hasta el presente y de diversos textos críticos y biográficos sobre artistas argentinos. Como performer y coreógrafa ha trabajado en la Bienal de Performance-BP21, en el Museo Macro de Rosario y en el Centro Cultural Rojas.

Inauguración: 06.04.24
De 17:00 a 20:00h
Auditorio

 

En el marco del proyecto PIBA (Proyecto de investigación Bianual en Arte), Estrategias de buceo, la cátedra Teoría de la Historia de la Facultad de Artes de la Universidad Nacional de La Plata (FDA-UNLP) invita a Mariana Marianelli a conversar con el fondo Beatriz Catani del Archivo de Arte del Centro de Arte de la UNLP.

A oscuras, presenta en el auditorio la reactivación audiovisual de Positivado, su primer fotolibro publicado en 2021. En esta ocasión, acompañada de las reflexiones sobre la temporalidad de la serie Proyecto Atlas (de) las obras perdidas.

Con la misma materia prima –el testimonio, el archivo, la nostalgia y la voz de un grabador– vuelve con la pregunta de Beatriz Catani: ¿Puede la memoria de las obras, el recuerdo de una ficción, darnos una comprensión distinta, quizás más verdadera, de nuestro tiempo?

Por si alguien no sabe o no se acuerda, recordar viene del latín recordari, y este a su vez de re y de cor-cordis: corazón. En la Antigüedad se creía que en este órgano se ubicaba la memoria; cuando alguien recordaba una situación, se entendía que la volvía a pasar por el corazón.

En el Centro de Arte –en su corazón– existe el Archivo de Arte y dentro, el fondo Beatriz Catani. Un conjunto de documentos que se desprenden del Proyecto Atlas (de) las obras perdidas, un proceso de investigación en el que la artista emprende el desafío de conversar con el pasado, particularmente con las obras de teatro que hizo entre 1998 y 2018. No conversa solo con sus textos sino que intercambia con las personas que participaron y los objetos que las constituyeron.

Beatriz Catani define a su investigación –y por lo tanto a este fondo– como un ejercicio de memoria y de reflexión entre temporalidades, evocando el deseo de recordar, de pasar por el corazón aquellas fotos viejas y objetos que uno protege, de charlar con alguien sobre un pasado compartido.

Así van pasando los capítulos de este proceso, con resultados distintos. Aunque hay algo que siempre es igual. Después de cada ejercicio, Beatriz Catani deja en el Archivo de Arte: Publicaciones compuestas por registros, objetos y testimonios de esas obras. Audiovisuales con su voz y la de otros, que repasan los elementos que constituyen las publicaciones.

A Mariana Marianelli le gustó este procedimiento. En 2021 publicó Positivado, una recopilación de fotografías de distintas infancias, provistas por sus propios dueños y acompañadas de testimonios. A cada aportante, les preguntó: ¿Me podrías decir algo positivo y algo negativo de tu infancia?

Los caracteres no alcanzaron para atraer el pasado. Necesitaba, como Beatriz Catani, la voz alta para coser sobre los hilvanes que unen los retazos. Por eso, lo que se escucha en esta sala, está hecho con la misma materia que Proyecto Atlas (de) las obras perdidas: la memoria, la ficción, el archivo, la nostalgia, la voz de un grabador.

Mariana Marianelli recuerda la pregunta de Beatriz Catani. Las dos, que ya asumieron que nunca van a tocar el pasado con las manos, continúan con la duda. ¿Puede la memoria de las obras, el recuerdo de una ficción, darnos una comprensión distinta, quizás más verdadera, de nuestro tiempo?

Mariana Veneziano y Mnemo. Abril de 2024

La apertura 2024 del Centro de Arte de la UNLP no será la misma que otros años. Se enmarca en la situación crítica que atraviesa el sistema universitario público nacional. En condiciones muy difíciles hemos decidido, junto a la Secretaría de Arte y Cultura de la UNLP, la continuidad de las actividades porque creemos en el derecho al arte y a la cultura para todas/os/es y porque tenemos la convicción que sostener los espacios es defender el valor estratégico que tiene la educación universitaria, la producción de conocimiento, la construcción democrática y la soberanía cultural.

Por primera vez, esta inauguración se concentrará en las salas que tienen un acceso más directo con espacio público, con la calle. Son las vidrieras las que expresan una vecindad con el territorio; son las que desgobiernan el ritmo urbano; son nuestra presencia, donde interrogamos al presente y por donde ese presente nos interpela.

A partir de este sábado 16.03.24 a las 17:00h te invitamos a la apertura de las exposiciones Sin sitio de María Santi y Rosario Salgado con curaduría de Lucía Savloff en Vidriera Bicentenario, Retratos de colección de Bruno Pianzola en sala A y Pueblada de Tadeo Muleiro en Vidriera de calle 48.

Podés visitar el Centro de Arte de miércoles a sábados, excepto feriados, de 14:00 a 19:00h. ENTRADA LIBRE y GRATUITA. Calle 48 entre 6 y 7, La Plata.

Sábado 6.04.24
De 17:00 a 20:00h
Muro del Archivo de Arte de la UNLP, calle 48 e/ 6 y 7, La Plata

 

En este primer llamado invitamos a amigxs, artistas, colectivos y trabajadores de la cultura a realizar una pegatina trayendo piezas gráficas donde se visibilice, se interrogue, se alerte sobre la situación crítica que estamos atravesando.

Ante los constantes ataques del gobierno nacional a todos los sectores vinculados con el arte que se traducen, entre otras cosas, en la agresividad comunicacional, la desfinanciación y el vaciamiento de las áreas de la administración pública, desde el Centro de Arte de la UNLP, iniciamos El estado del arte. Una serie de encuentros, asambleas y activaciones permanentes para defender el valor estratégico de los espacios públicos, gratuitos e inclusivos.

Actividad organizada en conjunto con la Secretaría de Arte y Cultura de la Facultad de Artes, la Asociación de Docentes de la Universidad Nacional de La Plata, Ilusión gráfica y las cátedras de Grabado y Arte Impreso Básica III / Taller de producción plástica, Taller complementario de grabado y arte impreso.

Inauguración: sábado 25.11.23
18:30h
Salas C y D

Gracias a Katy Huenuan Llancaleo, Analía Lanteri, María Marta Reca, Irma Bernal, Víctor Melemenis y Gustavo Astarita.

Máscaras en sala C:
Genaro y José López, Aguará guasú, pantera negra y mulita (2023)
Ricardo Saravia, Zorro, loro, guacamayo, lechuza, buho y jaguar grande (2023)
Alberto Ovando, Jaguar y jabalí (2023)

Máscaras en sala D:
Colección Palavecino Museo de La Plata (UNLP)
Ricardo Cokito Rojas, Aña hanti (2023)

 

Sobre la posibilidad de imaginarnos y crear nuevos futuros

Emerge entre relatos orales y etnografías la historia de inmensos yaguaretés azules que corren entre vientos sobre cerros reverdecidos y flores amarillas. En esta historia, uno de los yaguaretés se come a la luna y así sucede un eclipse que hace parecer al cielo nocturno como la piel de un felino cuyas manchas son estrellas. Mientras tanto, siempre, un joven del pueblo Chané pinta pacientemente pelos sobre un trozo de madera y hace brillar ojos que unen tiempos.

Mariana Chiesa Mateos sabe que hay cinco palmeras azules que sostienen al mundo. Cinco, como los dedos de la mano. Sí, sabe que todo lo que vemos no es sino un reflejo de las cosas celestes y verdaderas. Me encontré con ella en la ciudad de Salta, ya en tiempo de calor, en su camino a conocer Aguaray, la Aguada del zorro, municipio a un poco más de trescientos kilómetros de Salta capital, donde se emplaza la Comunidad Chané Tutiatí, cuna de creación de máscaras policromadas en madera de palo borracho, árbol llamado allí samóu, porque el idioma chané y el guaraní viven y se oyen desde cuerpos llenos de risa, a pesar de todo, en esta zona tropical del Gran Chaco.

El viaje de Mariana desde la capital salteña hasta ese territorio, a unos pasos de la frontera con Bolivia, duró más de medio día debido a los cortes en la Ruta 34 que hacían personas de comunidades del pueblo Wichí, en su permanente reclamo por su derecho, insatisfecho, de acceso al agua potable. Ella realizaba esta travesía en la búsqueda de conocer a las personas que actualmente realizan piezas artesanales para la venta, desprendidas de la tradición ancestral de la realización de máscaras para el Arete Guasú. A partir de la propuesta de hacerlas convivir en una exposición con piezas de la colección del Museo de La Plata, recolectadas hace casi un siglo en este mismo territorio, para ser expuestas fuera del Museo y con algunas de sus propias obras gráficas y textiles.

En Aguaray tuvo como anfitriona a Catalina (Katy) Huenuán, importante referente y promotora cultural del pueblo Chané, quien le contó sobre la importancia para su pueblo del Oka, el primer espacio comunitario donde se transmite el conocimiento, que se encuentra en el centro del pensamiento Chané, y puede situarse en el patio de cada casa de las comunidades de este pueblo. Que es abrazado por el Koo, cerco donde se siembran flores y alimentos. El Koo a su vez está rodeado por el Kaa, otro espacio de dimensión social y de aprendizaje que corresponde al monte. Finalmente está el Woka, el lugar de los antepasados. Desde la voz de Katy, Mariana supo también que el Arete (la fiesta del tiempo verdadero) es cuando el Woka vuelve al Oka. Cuando los seres espirituales, los antepasados, vienen a compartir bailando toda la noche. El Arete es también para agradecer lo que se produce en el Koo, y para agradecer a Ñanderu Tumpa, la forma de nombrar a Dios que tiene este pueblo.

La aproximación de Mariana a la cultura Chané había sido, antes de este viaje,  a través de textos y libros de antropología, de autores como Pierre y Helene Clastres, Rubén Pérez Bugallo, Ticio Escobar. Estos autores habían conocido y participado del Arete Guasú, la fiesta del tiempo verdadero, para la cual se realizan desde tiempos inmemoriales las máscaras llamadas Aña, que se corresponden con las almas, y son a su vez intermediarias entre los vivos y los muertos. Las Aña de las personas ya sin cuerpos llegan al Iwoca (algo similar a la tierra sin mal del pueblo Guaraní) montadas en los vientos. El Arete Guasú implica también volver al Iwoca, donde se revive el tiempo mítico y eterno perennemente de fiesta.

Cuando niña Mariana pudo asomarse a la oscura vitrina del Museo de Ciencias Naturales de La Plata y allí conoció los contornos tallados con el filo de un cuchillo y coloreados con piedras del río y arcillas, que dan forma a máscaras zoomorfas. Tigres, quirquinchos, zorros, chanchos, chivos, osos hormigueros, conejos, tucanes. Ella se pregunta ahora, ya siendo una mujer adulta, sobre quienes las continúan haciendo, cómo es que se siguen realizando y utilizando, cuáles son los nombres de esas personas, cómo es la vida que hay detrás de estos objetos. Y viajó a encontrar respuestas, para encontrarse con más preguntas que la eclipsan y la hacen también danzar. En la Comunidad Chané Tutiatí Mariana conoció a maestros mascareros y mujeres que son pintoras y alfareras. Cargó en su valija piezas de Genaro y José López, Ricardo Saravia, Alberto Ovando y Ricardo Cokito Rojas, para que sean parte de la exposición Acerca de la imposibilidad de coleccionar espíritus. Dando forma a seres del monte, algunos solo vistos en sueños, estas personas se niegan a ser desplazadas del presente.

Seguramente el fuego puede comprenderse como luz de conocimiento y también como poder. Se cuenta que primero fue una brasa escondida en la boca de un animal (u otro) para ser dada a los seres humanos. Esta historia aparece en la obra de Mariana, pero en este tiempo se hace eco de la destrucción generada por repetidos incendios intencionales sucedidos en diferentes territorios, vinculados al dar lugar a cultivos extensivos del agronegocio, en la continuidad del desmonte y avasallamiento de la naturaleza. La ferocidad de la colonialidad incesante oscurece la celebración de la vida.

En este diálogo con máscaras de madera, barro, piedras molidas y plumas del pueblo Chané realizadas en diferentes tiempos y desde distintas razones y sentidos, Mariana presenta una serie de piezas textiles que realizó en los últimos años, la mayoría de las cuales fueron realizadas con aplicaciones, o trozos de tela. La estampa en su obra es un resto, un vestigio. Ella se deja llevar por el tacto. Dibuja con tijeras, recortando, creando siluetas para luego continuar los dibujos cosiendo a mano libre. Dispone formas en el espacio, las pincha con alfileres. Compone. Se abstrae del tiempo veloz para coser lentamente, remendando la propia imaginación, dando formas nuevas a la vida, a su vida. Después dobla cuidadosamente las telas, repite la operación de calcular el peso que es capaz de cargar. Toma conciencia de su fuerza.

Las obras de Mariana se despliegan, se acercan a las figuras con huecos para ojos hoy ausentes, con pelajes y plumajes pintados con pinceles hechos con pelitos de acuti. Se abren como un artefacto para manifestar. Son obras blandas que pueden salir a la calle, protestar. Pueden ser parte de una acción, de un gesto artístico, de una lectura, de la evocación de un mito, ser parte de la representación de una escena que insiste en no ser olvidada. Una tela amarilla se vuelve un chaleco para una fiesta improbable, otra tela naranja fosforescente es parte de un cielo donde se apoyan palmeras azules que sostienen a un mundo soñado y posible. Un vestido de bailarina flamenca crece en altura, se abre para que entre el cuerpo de una niña y aparece una serpiente, que podría ser la gran Mboi Guasú, capaz de llevarnos rapidísimo a donde deseamos, si supiéramos a dónde.

¿Cómo podemos negar el derecho de los pueblos a la defensa de sus símbolos, esas extrañas formas que sobreviven obstinadamente al asedio de los Estado-nación, resistiendo sus embates o negociando espacios con ella? Ticio Escobar señala que una cultura profundamente herida sigue imaginando un derrotero compartido y restaura diariamente las lesiones de su historia profanada. Sabemos que varias épocas se enfrentan, se ignoran o se entredevoran sobre una misma tierra o separadas apenas por unos kilómetros. Como afirma Octavio Paz: “Las épocas viejas nunca desaparecen completamente, y todas las heridas, aún las más antiguas, manan sangre todavía”. El norte de Salta es un territorio de múltiples fronteras y convivencias de diferentes pueblos, en la aparentemente tranquila cotidianidad de las comunidades, se manifiestan formas que enuncian tensiones, esperanzas y memorias; estas suelen ser llamadas “artesanías”, construidas con materia que es parte de esta tierra. Presentifican relaciones con la vida que se resisten a ser subyugadas.

Entre los pueblos Guaraní y Chané aflora el mito de “la tierra sin mal”, que los llevó a moverse de un territorio a otro, siguiendo diferentes vientos en la búsqueda de posibilidades de futuro, de vida. En la defensa del buen vivir colectivo, el teko porá, usando el vocablo guaraní que significa exactamente lo mismo, buen vivir colectivo y en belleza, lejos o en contraposición a la tierra del mal que amenaza la vida. Mariana afirma: “Está en nuestras manos imaginar qué vida y qué mundo queremos habitar”.

Andrei Fernández (en diálogo con Mariana Chiesa Mateos)
Salta, noviembre 2023

 

Conjuro de almas

En el noroeste argentino, en las selvas de Salta y de Jujuy, dicen que una flor de un amarillo intenso y de liviano dulzor anuncia el momento del encuentro: la temporada del Taperigua, la venida de las almas para el carnaval. Curiosa combinación entre una flor que en su nombre conjuga todos los tiempos y el Areté que señala el verdadero tiempo.

Será otro tiempo marcado por un saber hacer ancestral que dicta adentrarse en el monte, pedir permiso y proceder a ahuecar, tallar y pintar la madera del samou, el soporte sobre el que la forma adquirirá el sentido de una máscara, pronta a recibir a su espíritu.

Hay varios tipos de ánimas, entre ellas están las que vuelven porque necesitan algo para dejarse ir y las que siempre regresan porque no se consuelan nunca.  Pero hay otra clase de almas, las que vienen cuando son convocadas, las que asisten desde el otro lado, allá donde las cosas parecen estar mejor.

El ritual está listo, tenemos la chicha y las flores. El ambiente de profundidad nos invita ingresar al medio de la ronda, donde miramos y somos mirados, identificamos rostros jóvenes y ancianos, gestos latentes y distintas expresiones, olores y colores. Pedimos permiso y protección.

Una mujer-jaguar lleva cosidas las flores amarillas del Taperigua, ahora una flor perenne que a pesar de todo anunciará la llegada del carnaval y con ella, el regreso de las almas.

Esta exhibición es el derrotero de un tiempo fracturado, es una síntesis de la experiencia colectiva donde la potencia estética y simbólica del arte chané habilita su presente y actualiza su vitalidad en las telas, los disfraces, las texturas y los bordados de Mariana Chiesa.

Un conjunto de piezas sugerentes de una belleza buscada, producciones artísticas para una función sagrada.

Natalia Giglietti y Elena Sedán

 

Acerca de la imposibilidad de coleccionar espíritus/ la otra historia del fuego
(Fragmentos y recortes)

Durante los últimos años en Sasso Marconi (Italia), donde vivo, me dediqué a coser (además de dibujar, ilustrar, grabar y estampar). En estas piezas textiles a veces hay estampa, pero la mayoría suelen ser enteramente realizadas con aplicaciones, o trozos de tela, donde la estampa es también un resto. A las telas regaladas agrego otras compradas al peso. Suelo ir a un lugar al que obviamente vamos casi exclusivamente mujeres. Allí revolvemos con la vista puesta en los cajones de ofertas, mezclando con las manos las telas que siempre cambian al ritmo de las estaciones, revolvemos como buscando tesoros.
En el último período escasean los algodones, y las sedas, y sobra el material sintético.
Me dejo llevar por el tacto.
A veces me da pena cortar…cortar es, tal vez, lo más difícil.
¿Cómo hago para cortar un paño que me abrigaría en invierno, o una seda para el vestido del verano, o una que sirve para hacerse el bolso?
Dibujar con las tijeras y luego dibujar cosiendo a mano libre. Pero coser no es siempre grato.
No tiene que ver con el goce como pintar.
La parte más interesante suele ser disponer las formas en el espacio, pincharlas con alfileres, porque tiene algo de la pintura la acción de combinar los colores y las texturas. Coser tiene que ver con el sacrificio.

Cuando era chica la costura era una actividad vedada.
Como si lo artístico no tuviese que ver con la costura, relegada a cuestiones ligadas al vestido y a la casa.
Hay mucho de remiendo, de doméstico, con la máquina al lado de la cocina y el trabajo interrumpido por cuestiones cotidianas que tampoco tienen que ver con el arte pero que son esas tareas que sostienen la vida.
Desde hace semanas doblo cuidadosamente las telas, para que entren perfectas en la valija.
Me parece una operación repetida eso de calcular el peso que sea capaz de cargar.
En los últimos años las cosas me pesan y la economía con la que venía trabajando se ajusta aún más. Es necesario salir poco de la casa, y hacer con lo que hay. Y buscar lo que sobra y hacer con el resto.

Luego del viaje a Aguaray es otro tiempo, y otro espacio se ha abierto.
Ahora la voz de Katy sigue resonando, como cuando apareció el Chonchito, un pajarito sagrado a quien hay que pedir permiso y protección, un pajarito muy especial que dependiendo como cante puede anunciar la lluvia, el invierno, una presencia de la cual prevenirse.
Mientras tallaba en el pedacito de madera el caminito de la hormiga, Katy decía cuanto era importante la casita de la hormiga, y que tienen un lugar donde guardan su alimento y también un pozo donde guardan sus difuntos y una cueva donde ponen sus huevos, y donde nacerán sus crías. Por eso me dice que es muy importante la casita de las hormigas.
Estamos hermanados con todo lo creado.

Mariana Chiesa Mateos, noviembre 2023

 

Máscaras etnográficas

La máscara constituye una de las producciones escultóricas más difundidas entre los pueblos, en tiempo y espacio. Personajes, seres sobrenaturales o fantasmagóricos, espíritus, guerreros invencibles, rostros mortuorios, son algunas de las tantas e infinitas posibilidades de representación que las máscaras adquieren en diversos contextos de uso.

Generalmente, la máscara etnográfica es un elemento cuya manifestación artística se integra a la vida mágico-religiosa, económica, política y social fortaleciendo así una identidad y un sentimiento de pertenencia que atraviesa generaciones

En muchas culturas, el enmascaramiento constituye un “puente” entre la vida y la muerte, lo natural y lo sobrenatural, el mundo conocido y el  mundo desconocido  y poseen un fuerte poder  para invocar y provocar la asistencia de los antepasados. Al cubrirse parcial o totalmente el rostro, el enmascarado adquiere los atributos de los seres que representa y desempeña roles cuya performance se complementa con movimientos del cuerpo, cantos y danzas.

La máscaras chané

Los tambores pasaron en silencio total  y se oyó el golpe seco de las máscaras de madera que rompían sus dueños golpeándolas contra los troncos de los árboles. El carnaval había terminado, en ese instante nos lanzamos a la compra de máscaras y pudimos así rescatar muchas de la destrucción ritual.

Estas son palabras textuales de Enrique Palavecino, quien incorporó a la División Etnografía una de las colecciones más completas de máscaras rituales. Colectadas entre los grupos chané del chaco salteño, particularmente de la localidad de Tuyunti entre los años 1947 y 1949, esta colección cuenta con más de cien máscaras.

Confeccionadas en madera Smóu, nombre genérico del yuchán o palo borracho, presentan una gran diversidad estilística y reciben distintos nombres según sus características morfológicas y significado. La variedad de cada tipo hace que cada una de ellas constituya una pieza única. La decoración incluye incrustaciones de plumas, pelo, aplicación de pinturas naturales que delinean los ojos y otras zonas del rostro, figuras geométricas que representan flores, lunas, lunares en general en los pómulos, mentón y frente. Algunas de ellas, denominadas aña hanti, o máscaras de jóvenes, presentan una prolongación vertical, el hanti, en el que se calan y/o pintan figuras humanas, geométricas, astros, animales, flores y otros elementos de la naturaleza. Otras, aña ndechi, representan el espíritu de los ancianos.

Esta máscara ritual es utilizada en ocasión del Arete Guasú, época del carnaval que comienza cuando aparecen las flores amarillas del taperigua, entre enero y febrero y se extiende por más de un mes, cuando comienzan a marchitarse. Esta es la única circunstancia en que los chané recurren al enmascaramiento, el cual permite diluir  la barrera que separa la división entre el mundo de los vivos y el de los muertos. El enmascarado trasciende lo terrenal para adoptar los poderes y cualidades de estos últimos, el elemento donde se concentra el poder

Al finalizar este encuentro festivo de danza, bebida y juegos en el que participa toda la comunidad, las máscaras deberán ser destruidas ya que están cargadas de un simbolismo del cual es necesario despojarse, de allí la práctica de romperlas contra los árboles. Se trata de un acto de purificación por el cual se liberará a la comunidad de contraer pestes y otros males.

Desde hace varios años los mascareros chané desarrollan la artesanía de la máscara durante todo el año para su venta o intercambio, constituyendo un medio de subsistencia. Esta nueva función no ha alterado el sentido ancestral de la máscara del carnaval.

María Marta Reca
División Etnografía-Museo de La Plata
Facultad de Ciencias Naturales y Museo-UNLP

 

Mariana Chiesa Mateos (La Plata, 1967). Se dedica al dibujo, la estampa, la pintura, el textil e incursiona en acciones performativas. Es egresada con honores en Grabado y Arte Impreso de la Facultad de Artes de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP). Becada por el Fondo Nacional de las Artes. Aprendió historieta con Alberto Breccia. En 2002 recibió el Premio Konex en Ilustración. En 2022 participó en el catálogo de Giro Gráfico (Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía y RedcSur) y, en 2021, en Cartas-Museo en Red-Tejiendo ecosistemas, publicación del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía (MNCARS). Entre sus libros y proyectos ilustrados se destacan: Floreros (Else Edizioni, Roma, 2023), Furia de filo (Else Edizioni, Roma, 2021), La hermana menor, con Suniyay Moreno (Pequeño editor, Buenos Aires, 2018), Migrando (Orecchio Acerbo y Amnesty International, Roma, 2010), No hay tiempo para jugar. Relatos de niños trabajadores (Media Vaca, Valencia, 2004). Y en vías de publicación Intermitente con la editorial Tercera Persona Colección de la Plata. En 2021 expuso Papeles para pensar violencias en el Centro de Artes Visuales Museo del Barro, de Asunción del Paraguay, en el Centro Cultural Borges, en el ciclo dedicado al dibujo contemporáneo La línea piensa y, en 2017, Infancias y otras fronteras en el Museo de Arte y Memoria de La Plata. La obra textil se mostró en la Casa Argentina en Roma, galería Portanova12 de Bolonia, y en festivales y espacios públicos. Participa de acciones en sostén del Movimiento Mujeres y Diversidades Indígenas por el Buen Vivir. Desde 2008 vive cerca de Bolonia, en Italia, alternando períodos en Argentina.

 

Del 08.11.23 al 18.11.23
Sala C

 

«¿En qué piensan las personas mientras tejen? ¿O se teje para no pensar? No, no.
Algo, acaso cierta intuición, te dice que el asunto no va por ahí. Invertís la situación: si ella teje pulóveres no es para dejar de pensar, sino para que haya pensamiento. En el escarceo textil donde la lana se transforma en abrigo surge un modo de pensar»
Carlos Ríos. Ella te dice que teje pulóveres para no pensar.

 

Las piezas que aquí se reúnen nos hablan en cierto modo de esta tarea perseverante que es tejer. Trece planos y una mesa de trabajo son testigos de ese trabajo meticuloso y repetitivo, la acción de manipular la densidad del tiempo. Horas que son días, días que son meses, meses que son superficies, planos que son tiempo. Por eso nos gusta pensar que sí, tejer es pensar, pero no como una actividad escindida de los cuerpos y por lo tanto de nuestras realidades, sino como un acto de poner el cuerpo en el mundo. Porque darle forma al tiempo nos permite elaborar múltiples maneras de concebirlo. Y en estos trabajos el tiempo es la materia representada como un ciclo interminable.

En esta nueva exhibición de María Victoria Iribas entramos en su espacio de trabajo a través de las rutinas que lo conforman. A partir del gesto y la trama vincula una serie de obras realizadas entre 2006 y 2023 dando continuidad al tejer como acto inagotable. La superposición de textiles sustraídos de su soporte original/originario, se re-elaboran en un minucioso proceso de repetición y acumulación. Las líneas construidas con tinta de marcadores y acrílico devienen en hilos de trama y urdimbre que se expanden y apoderan del lienzo, conformando una abigarrada textura háptica. Como quien cose o teje canciones, esta operación que por momentos parece mecánica recupera la música que acompaña a la artista en su proceso de producción.

Los planos se desarman y se vuelven a configurar, no solo a través del desgarro de los materiales previos –pinturas meticulosas definidas por la repetición imperfecta de geometrías dudosas–, sino en el gesto de desarmar las líneas de trama y urdimbre para construir, revisar y elaborar otra versión de lo mismo. De ahí que, volver a hacer a partir del desgarro de materiales que parecían acabados se perfila como una nueva oportunidad para pensar el tiempo con las manos.

Lic. Guillermina Valent–Lic. Maité Rodríguez Agustone

 

Maria Victoria Iribas. Vive y trabaja en La Plata. Es profesora y licenciada en Artes Plásticas, orientación Pintura y Profesora en Historia de las Artes Visuales de la Facultad de Artes de la Universidad de La Plata (FDA-UNLP), donde también se desempeña como docente en las Cátedras de Lenguaje Visual IB y Procedimientos de las Artes Plásticas. Hizo clínica de obra con Sergio Bazán y Ernesto Médici. Ha realizado numerosas exposiciones individuales y colectivas: Restos y Rastros. Exploraciones artísticas en el Paisaje (2023), Cabo Raso, Florentino Ameghino, Chubut; Muestra Eva Perón y Juana Azurduy (2019), Municipalidad de Ensenada; Nosotras proponemos (2019), Centro de Arte, Secretaría de Arte y Cultura de la UNLP; Abunda (2018), Centro Cultural Borges, Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Participó de Salones donde obtuvo premios y menciones, destacando su reciente preselección en el  Salón Nacional de Artes Visuales, disciplina Arte Textil (2023). Su obra se encuentra tanto en instituciones privadas como en colecciones particulares en Argentina y Estados Unidos.

Lic. Guillermina Valent. Artista visual. Profesora titular de la Cátedra de Grabado y Arte Impreso (FDA-UNLP). Investigadora en Artes. Editora responsable de la revista de arte Metal (IPEAL-FDA-UNLP). Co- directora del proyecto de investigación I+D “El giro performativo en las artes visuales. A propósito de cuerpos, espacios y objetos puestos en acto” (IPEAL-FDA-UNLP). Directora del proyecto NODO GRÁFICO. Una plataforma virtual de contenidos de la Cátedra de Grabado y Arte Impreso Programa de Investigación Bianual en Arte edición 2022-2023. Becaria de investigación UNLP (2012-2017). Participó y/o coordinó diversos proyectos artísticos, curatoriales y editoriales: Perímetro blando (2022), Centro Cultural Islas Malvinas. Ciudad de La Plata; Ensayar de nuevo (2021), FDA-UNLP; Plegar, replegar, desplegar. El proyecto artístico (2021), Centro de Arte de la UNLP; Tinta fresca(2019), Centro de Arte de la UNLP; Proyecto Éter (2018), Centro de Arte de la UNLP; El capricho de las vestiduras (2016), Taller de Teatro de la UNLP; Proyecto Estratega (2014), Secretaría de Arte y Cultura de la UNLP. Integrante de jurados de certámenes, salones, concursos y tribunales de tesis de grado y posgrado.

Lic. Maité Rodríguez Agustone. Artista visual. Licenciada y profesora en Artes Plásticas (FDA-UNLP). Doctoranda en Artes. Becaria de investigación UNLP (2020-2025). Se ha desempeñado como Ayudante Adscripta en la Cátedra de Lenguaje Visual 2B (periodo 2015- 2019). Es asistente editorial de la revista de arte Metal (IPEAL-FDA-UNLP). Integrante del proyecto de investigación I+D “El giro performativo en las artes visuales. A propósito de cuerpos, espacios y objetos puestos en acto” (IPEAL-FDA-UNLP). Se desempeña como investigadora en formación del IPEAL, publicando artículos en congresos y revistas de investigación sobre artes visuales, de alcance nacional e internacional.

Inauguración: sábado 07.10.23
19:00h
Del 07.10.23 al 16.12.23
Sala A

 

Fundirse en ficciones

De Argentina a México, de Dubai al Louvre, de Angola a Machu Picchu, de Bolivia a Benarés, de Barcelona a La Plata. Siempre en tránsito, de un lado para el otro, entre conexiones y escalas, recolectando mitos, leyendas, episodios cotidianos tan reales como imaginarios. Todos esos derroteros están presentes en sus telas.

Están en los pliegues que se imprimieron al doblarlas para que, como él y junto a él, viajen en una valija de una orilla a otra, pasen fronteras, aduanas y tramiteríos. Aunque son de una escala importante, tal vez demasiado para tanta travesía, se las ingenió para transportarlas sin costear exceso de equipaje. Pero ese no era su objetivo, sino compendiar esos recortes de mundo que esbozó, memorizó y, luego, pintó sobre superficies elásticas y ligeras.

Están en las transformaciones sensibles provocadas por ese soporte que, de acuerdo a cómo se lo presente, porta la capacidad tanto de transparentar como de robustecer las figuras que sobre él se inscriben. No opta por una de las dos cualidades, adopta la versatilidad. En esta muestra, se perciben con contraste y vibración. En la sala, suspendidas en el espacio se convierten en corporalidades translúcidas por donde se cuelan las formas de la arquitectura. Materialidades volátiles que dejan ver su envés y sugieren recorridos cultuales. Dicha apariencia no es competencia solo del soporte, lo es también por su técnica. El trazo, la tinta, la acuarela diluída. Son capas de veladuras cálidas que dejan ver las líneas del lápiz, el montaje de valores lumínicos, las rebabas de una pintura indisciplinada a la que se le permite ir un poquito más allá de sus márgenes.

Están de manera manifiesta en la fusión de un archivo donde se mezclan la religiosidad, el realismo mágico y la locura. Esa inabarcable usina de diversos porvenires y tiempos que transporta consigo, se encuentra y se tensiona en cada una de las obras que componen la serie, realizada entre 2022 y 2023. Sin ajustarse a un modelo y dejando de lado cualquier relación con un programa iconográfico establecido, las pinturas de Daniel Toso reúnen imaginarios, fantasías y animismos. Su singular universo pictórico parece ligarse a un trabajo de interpretación y de escucha que ancla en la relectura de ceremonias hinduistas, ritos vudú y rituales mesoamericanos; en la reinterpretación de relatos sobre figuras míticas; en la congregación seres antropomorfos en trance, animales sagrados, y referencias a la historia del arte y a las distopías que nos dejó la literatura del siglo pasado.

Estar en el lugar, implicarse y detener la mirada. Prolongar esa experiencia y hacer de ella una forma. Así describe Didi-Huberman (2013) aquello que Benjamin admiraba del trabajo de Atget, su extraña capacidad para fundirse en las cosas. En sus palabras: “Ver sabiéndose mirado, concernido (…). Y todavía más: quedarse, mantenerse, habitar durante un tiempo en esa mirada, en esa implicación. Hacer durar esa experiencia. Y luego (…) desplegar una obra visual” (2013). En esta línea se ubica el trabajo de Toso, como esa singularidad de volver a revisar lo que supuestamente ya se conoce, removiéndolo sin sobresaltos, moldeándolo desde tonalidades fuera del cánon, desde pigmentos pasteles, livianos y rosados. En fin, fijando repertorios espaciales y temporales propios y diversos que proliferan y se bifurcan.

Natalia Giglietti

 

Daniel Toso (La Plata, 1962). Es arquitecto por la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP), cursó la Licenciatura en Artes Plásticas en la Facultad de Artes de la UNLP. Es magíster en Arte Urbano por la Escuela San Carlos, Escuela Nacional de Artes Plásticas, División de Estudios de Posgrado, Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y obtuvo el diploma de estudios avanzados (DEA, Departamento de Doctorado) en la Facultad de Bellas Artes de la Universidad de Barcelona. Trabaja proyectos en distintos medios como la fotografía, instalaciones, video, escultura, pintura, acciones performativas. En su producción artística trabaja con temas sociales y políticos así como la relación entre el espacio público y el mundo personal e investiga los canales de información y la forma en que fueron utilizados para censurar información o promulgar ideas. Con obras de contenido, dimensiones y materiales muy diversos, giran en torno a una experiencia personal a lo largo de más de treinta años de actividad como artista y trabajos de producción en espacios culturales en numerosos países. Toso ubica sus obras en el interior de un cuerpo de experiencias y preocupaciones concretas sobre las tradiciones y mitos (memorias selectivas), la cultura de nuestro tiempo (concentración de poder, consumo e insatisfacción) y los deseos de un futuro mejor que no parece concretarse.

Inauguración: sábado 07.10.23
19:00h
Sala B y Vidriera
Del 07.10.23 al 18.11.23

 

(A modo de explicación)

En julio de 1970 realicé mi primera muestra individual en la mítica galería Lirolay de Buenos Aires y, con la misma e intacta ilusión, comparto ahora mis últimos trabajos en este increíble Centro de Arte de la UNLP, nuestra Universidad.

Me siento profundamente agradecido por tener esta oportunidad.

Y así como el dibujo nace de “…una línea que no se sabe de dónde viene ni tampoco a dónde va…”, la pasión por el arte (en todas sus infinitas formas) siempre me ha acompañado y aquí están estos dibujos, pinturas, calados, objetos… que surgen de mil maneras y se expresan de tantas otras.

…¿De dónde sacaste eso?

…Qué se yo…viene y trato de darle forma…de llevarlo con la línea, puede ser una mancha, un color, la textura o tamaño del soporte (papel, tela, cartón, etc.)

…¡Me gustaba más lo que hacías antes!

… Y sí…puede ser, pero ahora me sale esto, pero aquello ¡“de antes” también está!

Alguna vez leí que todo puede ser señalado desde el arte y eso nos da una gran responsabilidad, pero también una libertad casi absoluta.

Nunca me pregunto si es figurativo o abstracto o si es “mitad y mitad”…todo es todo…puede surgir de un sentimiento, una emoción (mía o de otra persona), de una foto, de una escena callejera, del perfil de la persona que espera en la fila, de algo que leí, me contaron o soñé. Me doy cuenta porque queda dando vueltas en mi cabeza hasta que de algún modo, sale.

Sobre la gente, la familia, el amor y el desamor, el humor, de los monstruos que nos habitan, pero también de los ángeles. De los maestros, mujeres y hombres que siempre nos guían, pero también del dibujo de un niño…¿cómo puede ser que el arte de los niños no integre la Historia del Arte? Ésta puede ser escrita una y otra vez y de mil maneras diferentes. Cualquier interpretación que hagamos de “cada cosa que vemos” es absolutamente válida…sino, pregunto, ¿qué rol tiene el mal llamado “espectador”?

Me interesa mostrar el proceso de construcción de la obra, más que la obra terminada.

Por último, digo que los títulos de las obras, al menos en mi caso, son relativos. A veces surgen antes, durante o después del proceso creativo, a veces nos dan alguna pista y otras nos “despistan”, a veces surgen mucho tiempo después al pasar frente a la obra. Otras veces es mejor poner “Sin título” y dejar que pase lo que tiene que pasar.

Muchas veces me pregunto sobre el significado de lo que hice, pero creo que lo hago para seguir caminando (mientras busco la respuesta).

También me ilusiono pensando que todo lo que hacemos, mucho o poco, es una forma de resistencia, porque siempre deseamos un mundo mejor, contra viento y marea.

Alberto Sbarra

 

Alberto Sbarra (La Plata, 1947). Arquitecto, pintor y dibujante. Cursó sus estudios en la Escuela Superior de Bellas Artes y en la Facultad de Arquitectura de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP). En 2019 fue nombrado Profesor Consulto de esa casa de estudios. Tiene una vasta trayectoria como profesional de la arquitectura habiendo obtenido numerosos premios en concursos nacionales e internacionales, siempre realizados en colaboración. En relación a su actividad artística, realizó su primera exposición individual en la galería Lirolay de Buenos Aires, en 1970. A partir de entonces intervino en numerosas exposiciones colectivas: galería Praxis, Sociedad Central de Arquitectos, Centro de Arte y Comunicación (CAyC), la Academie der Kurnste de Berlín, Museo Provincial de Bellas Artes “Emilio Pettoruti” (MPBA), Centro de Artes Visuales y Sociedad de Artistas Plásticos de la provincia de Buenos Aires, Salón Florencio Pérez, Museo Fra Angélico y Museo del Ladrillo. Participó en la Ciudad del Arte en La Plata, organizada por el grupo Escombros. En el Centro de Artes Visuales de La Plata expuso el mural Collage de Fotocopias sobre 40 dibujos en blanco y negro. Participó de la muestra Artistas Platenses en Sicilia, Italia. En 1990 obtuvo el Primer Premio de Dibujo del Primer Concurso Producción Artística de la UNLP. Realizó una muestra individual en el CAyC, donde presentó 30 pinturas, pasteles y dibujos sobre papel. Posteriormente expuso en el MPBA sobre grabados y dibujos de la obra de Francisco De Goya. Participó del Salón Manuel Belgrano de Buenos Aires y de la exposición Treinta del Sur, en el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires. Actualmente vive y trabaja en La Plata.

Fernanda Piamonti (La Plata, 1973). En 1983 ingresó en el Bachillerato de Bellas Artes de la UNLP, institución donde se graduó en la Facultad de Artes como profesora y licenciada en Artes Visuales. Luego cursó Posgrados en la Escuela Ernesto de la Cárcova, en Ciudad de Buenos Aires. Desde 1993 participa en Salones Nacionales e Internacionales en los que recibe numerosos Premios-Becas realizando residencias temporarias en Francia, Cité International des Arts, París, en varias temporadas, Alemania y España, Albacete vía UNESCO y Saint Martí de Empúries. Realiza muestras individuales en notables galerías y museos nacionales. Poseen sus obras: Fundación YPF, Banco Nación, Fundación OSDE, Instituto Fleming, Centro Cultural Borges y colecciones privadas en Alemania, Reino Unido, Dinamarca, Francia, Italia, España, Angola, Canadá, Estados Unidos, Aruba, Venezuela, Colombia y Argentina. Actualmente, vive y trabaja en La Plata.

Inauguración: sábado 07.10.23
19:00h
Del 07.10.23 al 16.12.23
Vidriera Bicentenario

 

Las obras de Daniel Basso utilizan a la escultura como excusa para dar cuerpo a múltiples intereses, siendo el resultado de quien observa con atención, y sobre todo placer, los elementos que nos rodean. Desde fachadas, columnas, autos, indumentaria o bijouterie, de pronto todo se convierte en una sensual invitación que Daniel toma y transforma en deleite visual.

Cucharada sopera de dulce de leche reúne diversas obras producidas por el artista entre el 2013 al 2022 las cuales nos esperan dispuestas sobre el plano del piso. La escalera de barandas de metal brillante y los frentes de la sala, pintados para esta ocasión, funcionan de transición entre el mundo cotidiano a este espacio extraordinario, donde las cosas han cambiado de dimensión y no sólo en su escala física. Sus cualidades se han mezclado, exaltado, embellecido. El título anticipa aquel momento de éxtasis y descanso luego del exceso, del atracón goloso, que la imagen del flyer evoca. Donde la boca comienza a salivar con mayor fuerza esa baba acaramelada hasta que desaparece. Y aunque nuestra lengua no encuentre más restos de sabor en el paladar la satisfacción permanece en el resto de nuestro cuerpo.

¿Se puede pensar una muestra como una torta? Sabrosa, sensual, placentera, empalagosa. Un gran número de ingredientes se mezclan para dar lugar a una unidad de sabor. Al mismo tiempo, la forma que tiene, la manera en que se nos presenta nos abre aún más el apetito y los sentidos. Se necesita precisión para que salga bien, no quede cruda, no se hunda y además de rica se vea linda.

 

Cucharada sopera de dulce de leche

Rinde: 14 porciones
Tiempo de preparación: 9 años (2013 – 2022)

Ingredientes:
1 kg de diseño
(Para obtenerlo mezclar 250 gramos de arquitectura, 150 gramos de industria automotriz, 150 grs de gráfica, 250 de mobiliario,  200 de joyería)
500 gr de osadía
50ml de sensualidad
100ml de fantasía
2 cdas de jugo de escalas
Ralladura de precisión
Una pizca de diversión (opcional)

1. En un bol integrar bien los secos. Luego, incorporar la fantasía junto con el jugo de escalas. Mezclar bien.
2. Agregar la sensualidad y la ralladura de precisión, integrar hasta que la mezcla quede homogénea.
3. Pasar la mezcla a un molde y hornear a fuego bajo, durante 9 años aproximadamente. Retirar del horno y desmoldar.
4. Una vez fría rellenar con un gran corazón de dulce de escultura.
5. Decorar pintando los bordes de la sala. Disponer en el piso para su presentación.

 

Daniel Basso (Mar del Plata,1974). Cursa estudios de pintura en la Escuela Superior de Artes Visuales de esa ciudad. Trabaja en el desarrollo de su obra desde 2002. Fue becado por Fundación Antorchas, el Fondo Nacional de las Artes, Fundación Telefónica, TRAMA (patrocinado por la Rijk Academie), el Ministerio de Cultura de la Nación y la Fundación Oxenford. En 2009, junto al artista Juan José Souto, fundó en Mar del Plata el proyecto de formación y difusión de arte contemporáneo Mundo Dios, en donde se desempeñó como curador, director editorial y docente hasta 2019. Realizó numerosas exposiciones individuales, la más reciente, La metamorfosis del rubí (Fundación F. J. Klemm, 2022, Buenos Aires). Ha mostrado su trabajo en forma colectiva en numerosas exposiciones, bienales, ferias y salones tanto en el país como el exterior, la más reciente Cooking as performance en Temporary Gallery, Cologne, Alemania. Su obra forma parte de colecciones públicas y privadas. En 2017 fue seleccionado para el premio Braque. En 2019 recibió el Primer Premio ITAÚ en Artes Visuales y realiza una residencia de tres meses en Basel, Suiza. En 2020 obtiene el XXIV Premio Klemm. En los últimos años su proyección y producción aumentan en forma considerable, alcanzando nivel internacional. Es docente en el programa Manglar Artes Visuales. Vive y trabaja en Buenos Aires.